Ante todo era artista, diseñaba y
ejecutaba cada una de sus obras hasta que las consideraba perfectamente
rematadas, empleaba toda la delicadeza que sus manos podían desplegar.
Gustaba de alcanzar el equilibrio entre
el detalle y la improvisación; esto es: pergeñar un plan previo, desarrollarlo
y a la vez dejar abierta la posibilidad de encajar nuevos de elementos,
modificarlo a medida que evolucionaba la obra, tan importante como el resultado
era la ejecución. Consideraba que
cualquier producto salido de su mente y de sus manos, cobraba vida propia desde
el mismo instante de ser pensado y que, en consecuencia, tenía perfecto derecho
a ser dinámico, a autodefinirse e introducir variantes, en una espiral de
mayores cotas de profundización cada vez.
Los años le dotaron de la experiencia
necesaria para alcanzar niveles progresivos de sofistificación, de armonía, de
capacidad para recrearse con cada pequeño avance, pero a la vez necesitaba ir
arriesgando más y más en cada obra, rompiendo las consideradas normas
estándares, introduciendo patrones desconocidos.
Nunca llegó a contraer matrimonio por
mantener la total convicción de que el vivir en familia le limitaría sus
posibilidades de expresión, le mutilaría su única razón de ser; vivir para la
creación.
Todavía no tenía definida su siguiente
meta cuando aquella mujer se lo sirvió en bandeja, comenzó a buscarlo, a
atosigarlo, pudo observar que se trataba de una chica inteligente, con cierta
facilidad para calar en la naturaleza humana, aunque no tanto como ella
consideraba, lo que le dotaba del grado de firmeza justo para creer en sí misma, en sus
inferencias y la transformaba en persona convincente, asentada en la cima de su
sistema de valores.
Pablo sabía que si conseguía vencer sus
recelos, que si lograba engañarla para que acrisolara en él la imagen del
“hombre”, la partida se podía dar por ganada.
La fue dejando hacer, la indujo a pensar
que le conquistaba el corazón, que lograba apartarlo del resto de personas para
disponer de un espacio exclusivo, sólo para ellos dos; entonces dispersó las
semillas que acabarían germinando en sueños para Alicia, se esmeró para dejar
algún cabo suelto, un hilo que la llevase a pensar que no todo era mágico (el exceso de
perfección habría levantado sospechas), entre otras cosas le hizo creer que
entre ambos existía una diferencia de edad considerable, que él era inaccesible
(jugando con la certeza de que eso aumentaría el deseo de un contacto). Le fue
dando una de cal y una de arena, jugando al si; pero no y al no; pero si,
mostrando con calculada premeditación que en él se resumían todos sus deseos.
Andaba sumido en cuál sería su siguiente
acción para aumentar el engatusamiento cuando, inesperadamente, se hizo la luz
en la mente perversa de Pablo... “seguro que si le envío algún documento de
Word acabará por descubrir que en “propiedades” aparece el nombre del autor,
ahora me tengo que buscar a un autor que rece como el auténtico padre de mi
obra de arte”... comenzó a repasar la lista de allegados para encontrar
candidato, no tenía odios, sólo gente cuyo estilo de vida no compartía, y se
paró en Pablo... en su tocayo y compañero de trabajo, necesitaba acceder a su ordenador,
se acordó de aquella vez en que los colegas de foro habían emprendido
poco menos que una santa cruzada para conocerlo, desde que comenzó a chatear se
había cuidado mucho de mantener una aureola de misterio en torno a sí mismo,
para así aumentar su grado de atractivo.
En un momento en que el otro Pablo estaba
con los compañeros tomando café se conectó a su ordenador, entró en el foro de
“novatos”, en ya.com, buscó el
mensaje.... copió y pegó en Word y lo guardó en un disquete que metió en su
bolsillo.... “Pablo García, espero que te guste la broma, al menos durante unos
días te van a tener entretenido, tu vida necesitaba un poco de distracción,
demasiado monótona para mi gusto”.
Cuando comenzó a charlar con ella, como
cada noche, no pudo evitar sentir cierto cosquilleo de placer en el estómago:
-
Mira, para que veas que no es nada personal, te mando una cosa para que
leas, esto es todo lo que saben de mi en el chat...
Ella lo hizo con verdadero afán,
absorbiendo cada palabra y –tal y como él esperaba- se sintió especial,
privilegiada por poder charlar con un hombre tan esquivo.
Pasó los siguientes días ansioso,
esperando que Alicia diera con el gran descubrimiento, hasta que la esperanza
se fue desvaneciendo, al final no resultaba tan espabilada, por eso cuando se
le abrió la ventanita del privado y leyó “por qué no me dijiste que te
apellidabas Galindo?”, sintió que el
corazón se le salía del pecho, por fin, por fin había picado, “tenemos que
hablar, abre el msn”.
Entonces le contó la vida de su
compañero, que estaba casado, que tenía tres hijas, que llevaba una vida
honrada como padre de familia, que ella no podía llamarlo bajo ningún concepto,
que lo que más le sorprendía era que hubiera dado con su teléfono... “bueno,
eso ha sido lo más sencillo, una vez que tuve tu nombre sólo tuve que buscar en
las páginas blancas”, él no reparo en elogios para una mente tan despierta y
alcanzó la cima del éxtasis cuando le anunció que guardaría la conversación...
Los días siguientes los dedicó a dejarse
convencer de que tenían que verse, quedar para echar aunque fuera un solo polvo
sin ningún tipo de compromiso posterior, citarse para matar el gusanillo
sembrado a lo largo de los días. Pablo aparentaba debatirse entre el sí y el
no, entre el terror a la infidelidad y el deseo incontenible, hasta que por fin
cedió, para ese momento ya tenía perfectamente clara como sería su muerte, por
una vez podría recrearse en la contemplación del cadáver de su víctima. Sabía
que la pista que conducía a su compañero era endeble, que la policía la
descartaría rápido, en cuanto hicieran pruebas de ADN, pero lo marearían un
poco, se regodeaba pensando en los interrogatorios, en las dudas de su familia
y compañeros de trabajo... “¿serán capaces esta vez de llegar hasta mi, el
desconocido, maquiavélico y genuino autor?”.
Consiguió convencerla para que quedaran
en casa de ella, nada más verse se fundieron en un beso sin final, hasta la
cama llegaron desnudos y dieron rienda suelta a tantas horas de placer escrito,
imaginado; caricias, gemidos de placer,
besos desgarradores y tiernos... todo con la pasión que él había intuido en
aquella pequeña mujer de carácter vigoroso, la llevó hasta las puertas del
orgasmo para que aumentasen sus ansias de penetración, se separó de su cuerpo
un instante y la miró a los ojos, “me gustaría hacer algo que te va a volver
loca, lo he recreado muchas veces, sólo tienes que obedecer mis órdenes y –
puso un dedo en sus labios para que no hablase- no preguntar nada,
¿quieres?.... ¡shhhhhhht! Ya sabes; escuches lo que escuches, nada de hablar
sólo di sí con la cabeza” -ella asintió-,
necesito tiras de sábanas, gasa o algo parecido y nata.
Alicia se levantó dócil a buscar las
cosas, le excitaban las novedades aunque ya imaginaba la nata por todo su
cuerpo y él lamiéndola, “tiéndete hacia abajo”, vendó sus ojos y le ató las
cuatro extremidades a la cama,
“espera... no te pongas nerviosa mientras vuelvo, mi amor” y depositó un beso en su frente. Fue
hasta su mochila y preparó el taladro a pilas, le montó la broca del ocho, al
volver a la cama lo situó en la mesilla de noche.
Llenó su cuerpo de nata, comenzó a
recogerla con la lengua, alternando con besos menudos que la llevaban a
estremecerse a medida que se aproximaba a su sexo, pasó la lengua suavemente
por su clítoris, la hundió en su vagina a la vez que pasaba un brazo por debajo
de la cintura y la levantaba para tener
mejor acceso, introdujo un dedo en su ano y otro en su vagina, los comenzó a
mover rítmicamente, al compás de los lengüetazos cada vez más rápidos e intensos
en el clítoris, el placer de ella le produjo una erección incontenible, pero
más pensar en la trayectoria que iba a seguir la sangre, en el chorro a presión
que saltaría, ella se retorcía de gusto, se agitaba y contraía convulsamente en
la medida en que se lo permitían las ataduras, se sentía levitar, incapaz de ubicar el foco del orgasmo
inminente, toda ella era orgasmo... “Ahora, prepárate para lo mejor... no digas
nada”, se puso un preservativo y la penetró con fuerza, con rabia, hasta el
fondo, una embestida animal... cogió el taladro y lo aproximó, en marcha hasta
su oído, contó tres mentalmente para no fallar,
mientras la sangre salía a presión del oído y le empapaba la cara de
líquido caliente, notó su propia
eyaculación, brotando como una fuente... dejó que la broca penetrara hasta el
fondo, ya no oponía resistencia, removió los sesos que comenzaron a salir
sanguinolentos a borbotones espesos, mientras abría la boca para que el chorro
de sangre le alcanzase de lleno cuando cesó de manar, se dejó caer un segundo sobre aquel cuerpo sin
vida para recuperar fuerzas se sentía agotado.
Al rato la desató y se encontró con una
mirada que contenía todo el placer del mundo... ni siquiera se molestó en
limpiar toda aquella sangría, sí los cuerpos,
se dirigió al armario hasta encontrar un traje de noche erótico, la fue
vistiendo con mimo, luego la peinó y pintó... “ha quedado preciosa, realmente
perfecta”... cómo a un delicado trofeo la llevó hasta la silla y la depositó
frente al ordenador, sabía que el “rigor mortis” la mantendría en esa postura
para siempre, tardó un buen rato en dar con el documento de Word, lo eliminó...
entonces encendió la web-cam... y se aseguró de que ella quedase bien
encuadrada, todo estaba listo para poder recrearse en la perecedeidad de su
obra
Las siguientes noches las dedicó a
observar, desde la comodidad de su cuarto, como se iba corroyendo el cadáver,
primero llegaron las moscas, miles de ellas invadiendo cada milímetro de la
cara, entrando y saliendo por la comisura entreabierta de sus labios, por la
nariz... esperaba cada fase de putrefacción con ansia, la iba fotografiando...
¡ojalá pudiera llegar a hacerlo hasta que sólo fuera huesos!, pero una noche no
vio nada, la conexión se había perdido... tenía claro que todo se había
descubierto.
Pudo sentir el horror que su asesinato estaba
provocando a través de los programas morbosos de la tele, se sintió realmente
orgulloso de su hazaña. Llegó temprano a la oficina, no le extrañó la actitud
de pavor de sus compañeros, esbozó la mejor y más cándida de sus sonrisas y
preguntó a Susana, su secretaria, que a
qué venía tanto aire de tragedia:
-
Pablo, ¿te has enterado de lo del asesino del taladro?
-
Algo he leído, sí.
-
Pues han detenido a Pablo Galindo como presunto asesino.
-
¡Ja, ja, ja!, ¡no veas qué fuerte!, ¿quién iba a sospechar semejantes
hobbies en ése abnegado y sufrido padre de familia?.
-
¡No tiene ninguna gracia Pablo!, ¡no se puede ser sarcástico en momentos
así!.
-
Bueno, bueno... no te alteres, ¿no ves que seguro que es inocente?, es
imposible mujer, ¡venga menos dramas y más currar, que seguro que unos días lo
tenemos de vuelta como héroe!.
Alicia Camacho
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