Cuento de Mongolia
Ésta era una vez el rey de un país que un
día hizo colgar un aviso: –Al niño capaz de decirme una buena mentira le daré
un gran premio–. Oyeron esto los nobles y oficiales de la corte, y fueron sus
hijos a contar toda clase de mentiras al rey, pero ninguna le agradaba. En el
mismísimo final se apareció un muchacho pobre.
–Y tú, ¿a qué has venido? –preguntóle el
rey.
–Mi padre me mandó a que cobrara una
deuda que Su Majestad tiene con él.
–Con tu padre no hay ninguna deuda, tú
mientes –contestó el rey.
–Si realmente he mentido, si le he dicho
algo falto de fundamento, entrégueme entonces el premio.
El rey se dio cuenta del ardid y repuso
con prontitud:
–Me parece que todavía no has dicho
ninguna mentira.
–Si yo no he mentido, entonces pague su
deuda –dijo el muchacho. Al rey no le quedó más remedio que mandarlo a casa
entregándole una bolsa de oro y frutas como había prometido.
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