En un pago cercano a la laguna, vivía una joven tan bella y atractiva, que su fama se extendía por todos los pueblos de la comarca. Secretamente, fue amada por muchos, pero especialmente dos amadores se la disputaron como esposa.
Uno de los enamorados era el cacique más poderoso del pago, dominador y valiente, de buena presencia en su madurez cargada de hazañas y aventuras. El otro enamorado era un forastero joven, de seductoras palabras y ardientes miradas, que conquistaba el corazón de las mozas cantando canciones de amor bajo sus ventanas.
El cacique era viejo amigo de la familia, a la que había ayudado en momentos difíciles, y quería imponerse a la muchacha; pero ella sólo sentía por él una respetuosa simpatía, como si se tratara de un pariente mayor.
El forastero venía con frecuencia al pago; su caballo sabía el camino hasta el rancho de la criollita. Hasta que una noche se atrevió el mozo a dejarlo atado al palenque, para acercarse a la ventana y cantarle a su amada unas coplas al son de la guitarra.
Ella correspondió a las solicitudes del forastero y solía recibirle a la puerta del rancho, trabando conversación para decirle con palabras lo que ya le había confesado con las miradas.
No tardó en enterarse el cacique de estas entrevistas, que todos los vecinos habían presenciado, junto a la ventana llena de flores y enredaderas. No podía consentir que la muchacha fuera para otro y se decidió a visitarla. La pasión lo cegaba y hacía torpes sus palabras. Ella defendía su libertad y su derecho de amar al que quisiera. Él replicó amenazando al uno y a la otra y haciendo valer su condición de protector de la familia, para terminar con súplicas y suspiros de rendido enamorado.
La muchacha vio que era inútil toda resistencia y quiso ser la única víctima de un funesto desenlace. Tomó una determinación que no comunicó a nadie y que guardó secretamente en su corazón.
Prometió al cacique ser su esposa, y le dio una primera cita de amor junto a la laguna, al pie de unos sauces. Formaban una hermosa pareja, a pesar de la diferencia de edades. Él la enlazó por la cintura, hablándole de proyectos y de ambiciones para el futuro inmediato. Pero ella no lo oía; su corazón y su pensamiento estaban lejos, en el joven forastero. Alentado por la pasividad de la muchacha, él quiso ir más lejos en sus caricias.
Entonces ella, súbitamente, huyó de sus brazos, espantada, corriendo hacia la laguna. Llegó hasta el borde del abismo y cumplió su propósito, lanzándose al fondo de las aguas, como único refugio para sus desdichas.
El enamorado cacique, al advertirlo, corrió a salvarla. Se aligeró de ropas y se tiró detrás de ella. Era buen nadador y se fue hacia el fondo, buscando el cuerpo de la amada. Pero la tentativa fue inútil y volvió a la superficie. Salió de la laguna, montó el caballo y salió galopando hacia el pago, en busca de ayuda. Regresó con gente y entre todos volvieron a recorrer la laguna. Pero las aguas empezaron a ponerse oscuras, como queriendo ocultar el cuerpo de la muchacha, y no la pudieron encontrar. Llegaron a ponerse negras, completamente. Y por eso lleva el nombre que tiene, la laguna que guardó para siempre el destino lamentable de una mujer bella y amada: la Laguna Negra.
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