Me encontré con la Ira por la calle, me dijo que
cuando llegara a casa cogiera a esa imbécil y le diera una buena lección.
Lujuria se me cruzó por la escalera: me propuso que echáramos un polvete rápido
en su piso, que nadie iba a saberlo. Adicción me llama continuamente por el
móvil: yo le digo que pienso en ella todo el día; ella me replica que no lo
parece, que la tengo cada día más abandonada.
Al final llego a mi casa y allí me espera
ella, mía, sólo mía, y seguiré para siempre solo con ella. Me da muchos malos
ratos, ya lo sé. Pero si vivir con mi Tristeza ya es difícil; para colmo ¡viven
tan cerca todas sus amigas!
Soberbia no hace más que decirme que
valgo demasiado para ella. Frivolidad siempre quiere sacarme a alguna fiesta.
Sordera, afortunadamente, no me pasa los recados. Y así sigo con mi Locura, y
toda mi vida le he sido fiel.
Por lo menos, eso creo: Desmemoria no me
deja recordar más que lo que me conviene
Ignacio Egea
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