Bienvenid@ a este bosque nebuloso. Disfruta de tu estancia.

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sábado, 1 de octubre de 2011

Noche tras noche.


Caían las bombas sobre la ciudad, como cada noche al irse el sol, sirenas estridentes, ruido sordo, polvo, cielo iluminado de fuegos artificiales de muerte.
Caían las bombas sobre la ciudad y ella pensaba en tender la ropa, subía a la azotea y miraba el cielo iluminarse, explosiones cercanas mientras colocaba la pinza roja sobre la sábana blanca, explosiones lejanas mientras sacudía un pantalón, bombas de muerte mientras abrochaba el puño de una camisa cuidadosamente.


Caían las bombas monótonas y su familia corría al hueco de la escalera mientras ella sacaba la ropa de la tina y ascendía despacito hasta la azotea, la guerra no iba a vencerla, aunque la matara, quizá quebraría su vida, pero no su voluntad.
Caían las bombas iluminando la noche una vez más y ella arrastraba a su esposo hasta la cama, lo desnuda sin prisas y se sentaba a horcajadas sobre él, explosiones lejanas mientras ella lamía la piel de él, explosiones cercanas mientras mordía con pasión sus pezones trémulos, luces iluminando un cielo que ahora no podía ver pero que se sabía de memoria mientras se introducía el pene duro en la vagina... y cabalgar, cabalgar al ritmo del estruendo, cabalgar hasta sentir la ola de placer y después el silencio, un silencio de vida en medio de una guerra absurda que cada noche devoraba vidas inocentes.
Caían las bombas, noche tras noche, sirenas estridentes, incendios amarillos, polvo, explosiones lejanas y cercanas, oscuridad y ella quería decidir el modo de su muerte; haciendo el amor, tendiendo la colada, cantando a gritos letras de infancia, bailando como una posesa mientras caía la bomba que llevaba escrito su nombre: María.
Alicia Camacho

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