Un hombre, después de muchos años de trabajo y meditación sobre la mejor
manera de atravesar el río que pasaba delante de su casa, construyó con unos
troncos sostenidos por cuerdas un puentecillo sobre él. Pero los habitantes de la
aldea raramente osaban atravesarlo, por causa de su precariedad.
Un buen día apareció por allí un ingeniero. Junto con los habitantes, construyeron
un puente, lo que dejó enfurecido al constructor del puentecillo. A partir de
entonces, él empezó a decir a todo quien quisiera oírlo que el ingeniero había
faltado al respeto a su trabajo.
-¡Pero su puentecillo aún está allí!- le respondían los habitantes. -Y es un
monumento a sus años de esfuerzo y meditación.
-Nadie lo usa -insistía el hombre, nervioso.
-Usted es un ciudadano respetado, y le apreciamos mucho. Solo que la gente
encuentra el puente más bello y útil que el puentecillo, ¡qué se le va a hacer!
-¡Pero ese puente está cruzando mi río!
-Pero señor, a pesar de todo el respeto que sentimos hacia su trabajo, debemos decirle que el río no es suyo. Puede ser atravesado a pié, por barco, a nado, de la manera que queramos; y si las personas prefieren cruzarlo por el puente, ¿por qué no se ha de respetar su deseo?
Finalmente, ¿cómo podemos confiar en alguien que, en vez de intentar mejorar su puentecillo, pasa todo el tiempo criticando el puente?
Paulo Coelho(basado en un relato de Silvio Paulo Albino)
Traduccion: Monserrat Mira
No hay comentarios:
Publicar un comentario