Durante años, Hitoshi intentó – inútilmente – despertar el amor de aquella a quien
consideraba ser la mujer de su vida. Pero el destino es irónico: el mismo día en
que ella lo aceptó como futuro marido, también descubrió que tenía una
enfermedad incurable y le quedaba poco tiempo de vida.
Seis meses después, ya a punto de morir, ella le pidió:
- Quiero que me prometas una cosa: que jamás te volverás a enamorar. Si lo
haces, volveré todas las noches para espantarte.
Y cerró los ojos para siempre.
Durante muchos meses, Hitoshi evitó aproximarse a otras mujeres, pero el destino
continuó irónico, y él descubrió un nuevo amor. Cuando se preparaba para
casarse, el fantasma de su ex amada cumplió su promesa y apareció.
-Me estás traicionando –le dijo.
-Durante años te entregué mi corazón y tú no me correspondías –respondió
Hitoshi. -¿No crees que merezco una segunda oportunidad de ser feliz?
Pero el fantasma de la ex-amada no quiso saber de disculpas, y todas las noches
venía para asustarlo. Contaba con todo detalle lo que había sucedido durante el
día, las palabras de amor que él había dicho a su novia, los besos y abrazos que
se habían intercambiado.
Hitoshi ya no podía dormir, así que fue a buscar al maestro zen Bashô.
-Es un fantasma muy listo – comentó Bashô.
-¡Ella sabe todo, hasta los menores detalles! Y ya está acabando con mi noviazgo,
porque no consigo dormir y en los momentos de intimidad con mi amada me
siento muy inhibido.
-Vamos a alejar a este fantasma – garantizó Bashô.
* * * * *
Aquella noche, cuando el fantasma retornó, Hitoshi lo abordó antes de que dijera
la primera frase.
-Eres un fantasma tan sabio, que haremos un trato. Como me vigilas todo el
tiempo, te voy a preguntar algo que hice hoy: si aciertas, abandono a mi novia y
nunca más tendré mujer. Si te equivocas, has de prometer que no volverás a
aparecer, bajo de pena de ser condenado por los dioses a vagar para siempre en
la oscuridad.
-De acuerdo –respondió el fantasma, confiante.
-Esta tarde estaba en el almacén y en un determinado momento cogí un puñado
de granos de trigo de dentro de un saco.
-Sí, lo vi –dijo el fantasma.
-La pregunta es la siguiente: ¿cuántos granos de trigo tenía en mi mano?
El fantasma, en ese instante, comprendió que no conseguiría jamás responder la
pregunta. Y para evitar ser perseguido por los dioses en la oscuridad eterna,
decidió desaparecer para siempre.
* * * * *
Dos días después, Hitoshi fue hasta la casa del maestro zen.
-Vine a darle las gracias.
-Aprovecha para aprender las lecciones que hacen parte de esta experiencia –
respondió Bashô:
“En primer lugar, aquel espíritu volvía siempre porque tenías miedo. Si quieres
alejar una maldición, no le des la menor importancia.
“Segundo: el fantasma sacaba provecho de tu sensación de culpa: cuando nos
sentimos culpables, siempre deseamos –inconscientemente- el castigo.
“Y, finalmente: nadie que realmente te amara te obligaría a hacer ese tipo de
promesa. Si quieres entender el amor, aprende la libertad.”
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