(Cuento del folklore chino)
Había una vez, hace muchísimo tiempo en China, un pobre huérfano llamado Ma Liang. Él no tenía a nadie que lo cuidara o lo protegiera. Así que para vivir, recogía leña y la vendía. Pero lo que realmente él quería hacer, y lo que más deseaba en el mundo, era pintar. Sin embargo, Ma Liang era tan pobre que no podía comprar ni siquiera un pincel.
Un día, mientras pasaba por la escuela del pueblo, vió que los niños estaban muy ocupados pintando. “Por favor señor,” le dijo Ma Liang al profesor, “me gustaría mucho pintar, pero no tengo pincel. ¿Me podría prestar uno?”
“¿Qué dices?” gritó el profesor. “¡No eres más que un pordiosero! Fuera de aquí!”
“Podré ser muy pobre,” le dijo Ma Liang, “pero aprenderé a pintar.”
La siguiente vez que fue a recoger leños, usando unas ramas Ma Liang dibujó aves sobre la tierra. Cuando llegó al río, metió la mano en el agua y con el dedo mojado dibujó un pez sobre las rocas. Esa noche, cogió un pedazo de madera quemada y con ella dibujó animales y flores.
Cada día Ma Liang encontraba tiempo para hacer más pinturas. La gente lo empezó a notar. “¡Qué reales se ven las pinturas del niño!” decía la gente. “Ese pájaro que ha dibujado parece que estuviera listo para volar. Hasta parece que se le escucha cantar.”
Ma Liang disfrutaba los elogios de la gente, pero todavía pensaba, “¡Si yo tuviera un pincel!”
Una noche, después de que Ma Liang había trabajado todo el día arduamente, cayó en un profundo sueño. En su sueño vio a un anciano de barbas blancas muy largas y rostro amable. El anciano sostenía algo en la mano. “Toma esto,” le dijo a Ma Liang. “Es un pincel mágico. Usalo con cuidado.”
Cuando Ma Liang se despertó, se dio cuenta que en los dedos sostenía un pincel.
“¿Todavía estaré soñando?” se preguntó. Inmediatamente se levantó y pintó un pájaro.
Al terminar, el pájaro que había pintado agitó sus alas y voló.
Luego pintó un venado. Tan pronto como le dió la última pincelada a la piel del animal,éste rozó con la nariz a Ma Liang y salió corriendo hacia el bosque.
“¡Es un pincel mágico!” dijo Ma Liang. Y de inmediato corrió hacia donde vivían sus amigos pobres. Pintó juguetes para los niños. Pintó vacas y herramientas para los agricultores. También pintó platos llenos de comida para los hambrientos.
Pero las cosas buenas no se pueden mantener en secreto por mucho tiempo. Muy pronto las noticias sobre Ma Liang y el pincel mágico llegaron a oídos del codicioso emperador.
“¡Tráiganme a ese niño y su pincel!” ordenó el emperador. Sus soldados encontraron a Ma Liang y lo llevaron directamente al palacio.
Con el ceño fruncido el emperador miró a Ma Liang. “¡Píntame un dragón!” vociferó el emperador. Ma Liang empezó a pintar. Pero en vez de pintar un dragón de la suerte, pintó una viscoso sapo que de un salto se posó en la cabeza del emperador.
“¡Niño tonto!” exclamó el emperador. “¡Te arrepentirás de esto!” Entonces le arrebató el pincel mágico y ordenó a sus soldados que arrojaran a Ma Liang a un calabozo.
Luego el emperador llamó al pintor real. “Toma este pincel y píntame una montaña de oro,” le ordenó. Pero cuando el pintor real terminó la pintura, todo el oro que había pintado se convirtió en piedras.
“Entonces,” dijo el emperador, “este pincel sólo funciona con el niño. ¡Tráiganmelo!”
Ma Liang fue llevado nuevamente al emperador. “Si pintas para mí,” dijo el emperador,“Yo te daré oro y plata, ropa fina, una casa nueva y toda la comida y bebida que puedas desear.”
Ma Liang fingió aceptar. “¿Qué es lo que quiere que pinte?” preguntó.
“Píntame un árbol que en vez de hojas tenga monedas de oro,” le dijo el emperador con la codicia pintada en los ojos.
Ma Liang tomó el pincel mágico y empezó a pintar. Pintó muchas olas azules, y de pronto el emperador se vio frente a un océano.
“¡Eso no es lo que te dije que pintaras!” chilló el emperador. Pero Ma Liang lo ignoró y continuó pintando.
En medio del océano pintó una isla. Y en esa isla pintó un árbol con monedas de oro en vez de hojas.
“Sí, sí, eso está mejor,” le dijo el emperador. “Ahora, rápidamente píntame un bote para poder llegar a la isla.”
Ma Liang pintó un gran barco velero. El emperador se subió al barco junto con muchos oficiales del más alto rango. Ma Liang pintó una cuantas líneas y una suave brisa empezó a soplar. El barco se empezó a mover lentamente hacia la isla.
“¡Rápido, más rápido!” gritaba el emperador. Ma Liang pintó entonces una línea curva muy grande, y empezó a soplar el viento fuertemente. “¡Ese viento es suficiente!”
gritó el emperador. Pero el niño siguió pintando. Pintó una tormenta y las olas comenzaron a hacerse cada vez más grandes, meciendo el bote como si fuera un pequeño corcho en el agua. Entonces las olas destrozaron el bote en pedazos. El emperador y sus oficiales fueron arrojados a las orillas de la isla y nunca más pudieron regresar al palacio, descubriendo de la forma mas dura que la fruta sabe mejor que el oro y que su magia para controlar las voluntades, con los animales no humanos es ineficaz.
En lo que respecta a Ma Liang, la gente dice que por muchos años viajó de pueblo en pueblo, usando el pincel mágico para ayudar a los pobres dondequiera que iba.
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