combinado de ginebra cuando oyó el discreto golpe en la puerta de la habitación del hotel.
-¿Eres tú, Sarah? -murmuró.
Entró un hombre, rápida y silenciosamente, corriendo el pestillo de la puerta tras él.
-Soy Fenner -dijo-. El marido de Sarah. -Hizo una mueca a Vickery-. ¿Sorprendido,
verdad? Sarah también lo estuvo.
-Realmente, yo...
Vickery trató de levantarse.
-No se moleste -le dijo Fenner-. No se mueva de donde está.
Sin dejar de sonreír, sacó una enorme "Webley" del bolsillo de su chaqueta y apuntó al
estómago de Vickery.
-Un blanco inmóvil -observó Vickery-. No resulta muy deportivo, amigo mío.
-Miren quién habla de deportividad, después de lo que ha hecho con mi mujer. ¿El gran
cazador blanco, eh? Habitaciones contiguas en el hotel y todo... Habrá sido un interesante
safari.
Vickery suspiró.
-Supongo que no servirá de nada que lo niegue. Dispare, pues, y que lo ahorquen
después.
-Esto sí que no. No deseo que me ahorquen. Por consiguiente, no dispararé.
Sin dejar de apuntarle con la pistola, Fenner buscó algo en el bolsillo de la chaqueta y
extrajo de él una pequeña bolsa de cuero. La abrió con precaución y dejó caer un objeto
movedizo y de vivos colores a los pies de Vickery. Parecía un diminuto brazalete de coral,
pero estaba vivo.
-Será mejor que no se mueva -murmuró Fenner-. Sí, es una krait. La serpiente más
pequeña y mortífera que existe en el mundo, según me han contado.
-¡Espere, Fenner! Escúcheme...
El diminuto brazalete de coral se desenroscó de repente. Antes de que Vickery pudiera
apartarse, se lanzó contra él como un relámpago escarlata. Una y otra vez, la krait hundió
sus colmillos en la pierna derecha de Vickery, a través de la delgada tela de sus
pantalones.
Vickery profirió un gemido y cerró los ojos, sin intentar aplastar a la serpiente. De
pronto, ésta cesó en su ataque y volvió a enrollarse en el centro de la alfombra.
Fenner tragó saliva, se enjugó la frente y depositó la pistola sobre la mesa.
-Le dejo esto -dijo-. Tal vez quiera usarla. Me han dicho que en menos de diez
minutos...
Vickery se echó a reír.
-Fenner, ¡es usted un crédulo!
-¿Qué quiere decir?
-El nativo de un bazar le vende una inofensiva culebra cristal, y usted acepta su palabra
de que se trata de una krait. Como aceptó las explicaciones de una mujer celosa cuando
ésta le contó que ella y yo nos entendíamos. En realidad, amigo mío, estaba enojada
porque yo no quise saber nada de ella. -Vickery volvió a reírse-. Admito que mis palabras
no resultaban muy galantes, pero tiene usted derecho a saber la verdad.
-¿No esperará que me trague esto, verdad?
-Como usted guste. -Vickery agitó una mano-. ¡Oh, no se marche! Siéntese y charle un
rato conmigo. No va a ocurrir nada, como usted mismo podrá comprobar.
Y no ocurrió nada, exceptuando que Fenner tomó una copa y una breve charla le
convenció de que Vickery era tan inocente e inofensivo como la minúscula serpiente
enroscada sobre la alfombra.
Cuando se marchó, presentó rendidas excusas a Vickery por todo lo ocurrido. Enviaría
el equipaje de Sarah en el primer avión que saliese para Londres, y él pensaba seguirla
allí a la mañana siguiente.
Vickery le deseó un buen viaje.
-Llévese su pistola -dijo-. Y también la serpiente. No se moleste en meterla en la bolsa,
póngala en su bolsillo. A las serpientes les gusta el calor y el contacto con el cuerpo
humano.
Cuando Fenner salió para dirigirse a la habitación antes ocupada por su esposa,
Vickery siguió haciendo sus preparativos para acostarse. Su mente estaba llena de
cálculos matemáticos. Por ejemplo, ¿cuánto tiempo se precisaba para que Sarah llegase
a Londres y él pudiese llamarla por teléfono? ¿Cuánto dinero había dicho ella que poseía
su esposo? Y cuánto tiempo necesitaría la krait para rebullir encolerizada en el bolsillo de
Fenner y morder sus carnes grasientas a través de la ropa?
La respuesta a esta última pregunta no tardó en llegar.
Vickery oyó los gritos del hombre a través del delgado tabique de la habitación
contigua, en el preciso instante en que él se sentaba en la cama y aflojaba las correas de
su pierna artificial.
Bloch, Robert
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