- Leyenda de Dinamarca -
El gigante de Berm era colosal y
soberbio; tan monstruoso y enorme, que nadie consiguió derribarlo. Y siempre se
mostraba henchido de arrogancia y soberbia. Un día el gigante fue a la orilla
del mar, y allí, en la blanca arena, encontró al rey de Islandia.
- Escucha, rey de Islandia - le dijo -.
Quiero que me des a tu hija y que partas tu reino conmigo. Y esto, si no me lo
das, lo tomaré, a menos que alguno de tus barones quiera luchar conmigo.
El rey de Islandia volvió a su palacio y
en la mesa contó a sus caballeros el encuentro con el gigante. Y les preguntó:
- ¿Quién de vosotros quiere luchar con el
gigante? ¿Quién osará afrontar su poder?
Todos los valientes callaron; todos,
menos el joven Orm, que respondió como si fuera un viejo luchador:
- Si me dais vuestra hija y partís
conmigo el reino, yo afrontaré al gigante y lo abatiré en tierra.
El gigante, cuando supo quién era el que
iba a luchar con él, respondió:
- Gran vergüenza fuera que me venciera un
niño como ése.
Orm contestó con orgullo:
- Un hombre pequeño abate muchas veces a
una gran encina; eso sucede a menudo.
Y quedaron en que el duelo se celebraría
a la mañana siguiente.
Por la tarde, a la puesta del Sol, cuando
el rocío cubría los campos, el joven Orm pensó ir al túmulo donde dormía su
padre, a reclamarle su espada.
Fue, en efecto, e invocó a su padre,
golpeando el túmulo.
El muerto interrogó:
- ¿Quién golpea tan rudamente sobre mi
túmulo? Va a hundirse, y deseo reposar en paz.
Orm contestó:
- Quien golpea el túmulo es Orm, tu hijo,
al que tanto amas. De su padre querido un rico don aguarda. Deseo que me
entregues la buena doncella, la fiel espada «Berting».
Pero el espíritu del padre dijo:
- No te la entregaré hasta que no hayas
vengado mi muerte en la isla de Helm.
- Si no puedo tener a «Berting» - repuso
Orm -, tenerla y usarla, me pondré encima del monte y haré que se hunda encima
de ti.
Entonces el padre tomó a «Berting» y se
la dio a través del sepulcro.
Al día siguiente fue Orm al sitio
designado para el duelo. Hicieron un círculo y entraron en él. Durante un día y
dos lucharon. Al tercer día, Orm hirió a su adversario en la rodilla. El rey de
Islandia, que estaba presente, dijo:
- Jamás he visto guerrero que hiriera tan
bajo a su enemigo.
Pero Orm contestó:
- Si lo herí en la rodilla es porque no
alcanzo más alto.
Y así lo venció.
Después Orm fue a la orilla y allí
encontró un barco. Montó en él y se dirigió a la isla de Helm. Durante dos
meses navegó, hasta que llegó a la isla, en donde fue muerto a traición su
padre por dos guerreros llamados Gierd y Arland.
Llegaron los dos guerreros y dijeron a
Orm:
- Escucha, joven guerrero: ¿conoces tú al
joven Orm? Es ya un hombre valeroso.
- Yo conozco bien al joven Orm. Lleva manto
de escarlata, y para vengar a su padre pronto vendrá a Helm.
Gierd y Arland golpearon la tierra con el
pie y dijeron:
- Jamás vendrá aquí Orm para vengar a su
padre.
Y el joven guerrero les respondió:
- Yo soy el joven Orm, y vengo a pediros
reparación por la muerte de mi padre.
Y golpeó la tierra con su espada.
Gierd y Arland contestaron:
- Si eres el joven Orm, no tendrás oro ni
plata, sino que encontrarás la muerte a nuestras manos, como tu padre.
Entonces hicieron un círculo en el suelo
y entraron en él para combatir.
- Estoy solo contra vosotros dos
exclamó Orm.
Durante dos días, y tres, lucharon, al
tercero, un hada salió del mar y dijo a Orm:
- Escucha tú, joven guerrero: tu espada
está presa de un hechizo. Estás sosteniendo, en verdad, un duro combate. Pasa
tu espada por encima de tu cabeza, y después clava la punta en tierra.
Orm hizo eso, y desapareció el hechizo
que impedía que la espada matase. Hizo sucumbir a los dos guerreros, cogió el
botín, en reparación por la muerte de su padre, envolvió la espada con seda
roja y volvió a su país, donde fue recibido con gran alegría. El Rey le entregó
a su hija y la mitad de su reino.
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