Querido amigo, hoy como ayer, sólo espero que entres en mi ordenador, que hables conmigo, que susurres cosas bonitas. Pero hoy no será como ayer. Tú te has ido, has ido a tu boda, pero no espero que vuelvas a mí. No si antes no haces lo que me prometiste. Son muchos años hablando juntos, cada mañana y cada tarde. Nos hemos visto en fotos, hemos hablado por teléfono, nos hemos ido enamorando el uno del otro.
¿Por qué entonces me hiciste hacer lo que hice mientras que tú seguiste con tu vida normal? Fuiste egoísta al pedirme que lo hiciera, y aún así yo te hice caso. Tenía una vida hermosa, junto con una persona que me quería, tenía mi casa, mis planes y tú entraste en mi vida.
Fueron palabras bonitas, el romance a miles de kilómetros. El encuentro furtivo que nunca pudimos hacer.
Me dijiste que me querías, que no pensabas en tu novia, que sólo pensabas en mí cuando estabas con ella, sin embargo, pasabais las noches juntos, las vacaciones y los fines de semana. Mientras que yo me distanciaba cada vez más de mi vida. Tan sólo tú me alegrabas, pero me prohibiste llamarte, no querías hablar conmigo si yo lo había visto, o si había estado con él tan sólo un segundo. Tus celos, tu rencor, mi sumisión.
Me dijiste que necesitabas que fuera a vivir contigo a tu país pero antes no podía dejar ningún cabo suelto aquí, nada que me hiciera pensar en volver. Ningún antiguo amor que nublase nuestra felicidad. Tú prometiste hacer lo mismo.
Yo lo cumplí.
Una noche de luna llena, una cena romántica, mucho vino, un somnífero que no deja huella, una piscina llena, un baño bajo la luna, un poco de presión bajo el agua. Un perro ladrando, un grito fingido. Una ambulancia, un entierro, la venta de una casa, un adiós a la familia, un motivo inventado, no soportar este lugar sin él.
Un encuentro contigo, una noche de pasión.
¿Por qué me mentiste? Tú no me amabas, me lo demostraste, sólo querías que yo hiciera lo que hice para que estuviera a tu lado, pero como amante escondida.
“Voy a casarme” fueron tus palabras. Un crujido, fue mi corazón, se rompió por tu falsedad. Aún así no me he marchado. Sigo aquí a tu lado, viendo cómo preparas las cosas para tu boda, recibiendo tus besos, tus abrazos, compartiéndolos con ella.
14 de Febrero, la fecha elegida.
Una iglesia de pueblo, no me dices cuál, no quieres que interrumpa la boda, no quieres que vaya, pero tú no lo sabes, ella me ha invitado, como su nueva amiga. No lo sabes pero a escondidas la he conocido, me he hecho su amiga hasta que he conseguido que me invite a vuestra boda.
Pero no te preocupes, no hablaré.
Estás dentro de la iglesia, ella entra, yo tras ella, tu cara delata que me has visto, ella me sonríe y me da un beso en la mejilla, “gracias por haber estado aquí”. “No me lo hubiese perdido”.
Tu cara al ver mis ojos delatan terror, terror por lo que sabes que voy a hacer. Tú me has obligado, lo sabes, yo deseaba ser la que estaba en el altar a tu lado, pero no eran esos tus planes para mí. Una hora antes de la ceremonia me has dejado.
Ella llega a tu lado, le das un beso cariñoso como estaba esperando.
Un estruendo suena en la iglesia, el traje blanco se tiñe de rojo. Otro estruendo, un esmoquin que no podrá volver a ser usado.
Se oye mi voz, “¡FELIZ SAN VALENTIN!”. Un nuevo estruendo, y la iglesia toma los colores del anochecer...
Isbe
1 comentario:
Triste pero precioso. Un amor no correspondido en el màs puro de los sentidos y con el final màs cruel (màs previsible). Feliz san valentin.
Sara M.
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