Siempre soñé con ser un vampiro. Desde mi tierna infancia devoré libros de vampiros, biografías, relatos, cuentos, novelas e incluso informes científicos tratando de dar una explicación realista a un mito de ciencia ficción.
Al fin y al cabo ¿quién no tiene alguna obsesión? La mía llegó a tal extremo que incluso empecé a cambiar mis hábitos alimenticios... ¡nunca me había gustado el carpaccio y de repente la carne cruda era toda una "delicatessen" para mi paladar! Incluso empecé a palidecer a tal punto que pensaron que tenía anemia, pero yo me encontraba perfectamente... mejor que nunca.
Siempre he tenido problemas con el sol, desde pequeña he tenido que usar gafas oscuras o me lloraban los ojos sin parar... mi madre me decía que era alérgica. ¡¿Se puede ser alérgico al sol?!
Recuerdo una vez que me llevaron al dentista y me limó los caninos, dijo que tan largos resultaban antiestéticos... ¡qué sabran de la estética! A mí me gustaban y sobre gustos no hay nada escrito... al menos siguen siendo afilados.
Movida por la imperiosa necesidad de encontrar a un vampiro me apunté en las páginas blancas de vampiros, en la sección de mortales que quieren ser convertidos. La verdad, jamás creí que un verdadero Nosferatu se fuera a inscribir allí pero estaba desesperada y la esperanza es la última en morir así que me dije ¿y por qué no?
Quedé con muchísimos "vampiros"... ¡todos un fraude! Hubo uno que hasta se me presentó vestido de ¡Conde Drácula! Por Dios si incluso llevaba dientes postizos... ¡desde luego algo de vampiro tenía pues era más viejo que Matusalén, y tenía un pie dentro de la tumba sin lugar a dudas!
Pero cuál fue mi sorpresa cuando al fin un día conocí a un verdadero vampiro. ¡Os lo digo en serio! Su piel tan lisa y blanca como el mármol más puro, su mirada tan penetrante y seductora podía inducirte a hacer todo lo que se le antojara... ¡y esos caninos! Estaba realmente frente a un no muerto, no cabía en mi de gozo. Estuvimos conversando durante horas, me explicó que estaba haciendo una especie de cásting para elegir a su compañera para la eternidad... claro que los que no eran escogidos le servirían de cena, pero eso no debía preocuparme, tenía que centrarme en nuestro encuentro.
Tras muchas horas de la conversación más interesante y entretenida que jamás haya mantenido, me dijo que le acompañara a su "morada", que le había impresionado pero que allí debía pasar la última prueba y que de superarla sería suya para siempre. ¡Dios, qué excitación! Estaba segura de que estaba predestinada a ello, todas mis fantasías dejarían de ser un sueño para materializarse al fin en los brazos de ese misterioso y atrayente ser de la noche.
Le acompañé, me temblaban las piernas, no de miedo si no de nervios, y una vez en su apartamento me besó. ¡Qué dulce y pasional a la vez! Me había conquistado quería estar a su lado, siempre.
Me tumbó en su cama y empezó a desabrocharme la camisa, a tocarme, palparme... dijo que me relajara, que estaba muy fría y que debía tranquilizarme. Pero en ese momento un pensamiento me vino a la cabeza y me enfureció: ¡si me dijo que los vampiros no practicaban sexo!
Este tío me estaba tomando el pelo y no podía tolerarlo... le agarré por el cuello, le desgarré la piel y su sangre comenzó a brotar a chorros dentro de mi boca, cálida, ligéramente salada, exquisita.
Con los ojos llenos de lágrimas, de cólera y pánico a la vez, sólo supo decirme: ¡¿Pero qué haces?! Y yo le contesté "Creo que no eres un buen candidato para ser mi compañero".
Y aquí me teneis, noche tras noche, buscando a quien merezca mi compañía hasta el fin de los tiempos... y de paso elimino a impostores.
©DEMONA©
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