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jueves, 21 de julio de 2011

Byrting y la reina de los elfos

Aquella noche, mientras dormía en su castillo noruego, el caballero Byrting tuvo un sueño extraño. Apenas había bebido los primeros sorbos de sueño cuando oyó que llamaban a la puerta de su cuarto. Se incorporó bruscamente y preguntó:

―¿Quién llama?

―Levántate, Byrting, y déjame entrar. ―Respondió con suavidad una voz femenina desde el otro lado de la puerta.

La noche era desapacible, y Byrting, que temía a los fantasmas, vampiros y endriagos que según las leyendas se arrastraban por las entrañas de su castillo, no se movió de la cama. Sin embargo, la puerta se abrió por sí misma, y una joven de rara belleza vestida con un fino ropaje de gasa entró en la habitación, tras lo cual se acercó al lecho del caballero, se sentó en el borde y comenzó a jugar con su lustrosa melena.

Prudente, Byrting salto fuera de la cama y se apoyó contra la pared.

―Escucha bien, Byrting ―dijo la joven, fingiendo no haberse dado cuenta del gesto del caballero―: mañana vendrás al Reino de los Elfos.

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A la mañana siguiente, Byrting salió a caballo de su castillo. Al pasar por un puente cercano, el caballo se encabritó y tanto jinete como montura cayeron al río. Mientras que el caballo salió airosamente a la superficie, el caballero no pudo desembarazarse del frío abrazo de las aguas. Antes de perder el conocimiento, sintió cómo una mano de dedos largos le agarraba con suavidad del tobillo y comenzaba a tirar de él.

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Cuando Byrting abrió los ojos, vio una amplia estancia, hermosa como jamás ningún rey de la Tierra podría soñar con tener. Junto a él estaba la joven de la noche anterior, quien ahora llevaba puesta una corona de hojas e irradiaba serenidad. Le preguntó a Byrting:

―Responde a esto, y piensa bien la respuesta: ¿En qué país has nacido? ¿En qué corte quieres vivir?

―He nacido en Beiarland ―respondió el caballero―, allí en la corte he vivido. Allí vivió mi amada y allí quiero morir.

Al oír esto, la joven pidió a una sirvienta:

―Ve y trae una copa del hidromiel del olvido.

Cuando la sirvienta hubo traído la copa, la joven ordenó a Byrting beber de ella. Apenas hubieron tocado sus labios el líquido que contenía, le volvió a preguntar.

―¿En qué país has nacido?¿En donde quieres vivir?

―He nacido lejos de aquí, pero ahora pertenezco al Reino de los Elfos, en donde quiero vivir y morir. En donde está mi amor.


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