Los ojos terribles refulgían en la oscuridad. Sus blancos y rojos colmillos traspasaban como sangrientos faros la sombra que velaba su cara, la sombra que arrojaban sus garras extendidas cernidas en un audaz escorzo sobre el pebetero en el centro de la ilustración, que era la única fuente de luz, a juzgar por la distribución de claroscuros, por las audaces mezclas de colores de matices encendidos que daban su impronta al fondo, a la figura demoníaca que parecía abalanzarse desde las tinieblas exteriores, a los brillantes y abultados músculos del bárbaro que aguardaba, impávido y alerta, junto al fuego que arrancaba chispas de su espada.
-Una magnífica ilustración, muy retro, me recuerda mucho a Boris Vallejo, Buscema, Conan, todas esas cosas antiguas, en fin. - la voz del editor no sonaba muy convencida, pese a todo.
-Justo lo que me pediste ¿no? Estilo retro, nada de experimentar, nada de política ni por alusiones casuales, nada que pueda ser ofensivo, todo fantasía. Tengo esta portada, y la he cuidado mucho por ser una especie de presentación, y ya tenemos casi terminada la primera aventura, que verás que tiene muchísimo nivel. Todo muy clásico.
-Sí, en fin, ya sabes que no está el horno para bollos. Hemos dado un giro editorial claro, hemos abandonado todas las temáticas actuales, para evitar polémicas, y nos vamos a dedicar a puro escapismo, al estilo antiguo, aventura, y nada más que aventura. Pero hay un problema, verás: esta ilustración... es un demonio, ¿no?.
-Hombre, tiene cuernos, alas de murciélago, colmillos, cinco metros de alto y bastante mala leche. En la historia se lo llama Nahagorr, El Rostro que Acecha en las Sombras, y se lo define como el único superviviente de una raza olvidada, pero sí, se podría decir que es un demonio. Típico de la espada y brujería. ¿Por?
-Es que, verás, hay gente que cree en estas cosas ¿sabes? No que crean en su existencia, como los católicos, que les da más o menos igual cómo los pintes, sino gente que cree en ellos de verdad, que los respetan. Es una creencia tan respetable como otra cualquiera. Y nosotros también tenemos que respetarlos a ellos, y ya has visto que de un tiempo a esta parte todo el que recibe quejas por estos temas se le encadena un problema con otro, y va para abajo, y nadie sale a defenderlo porque al que lo hace también le va mal. Estos son otros tiempos, son tiempos de respeto, el respeto a los demás tiene que ir ante todo.
-Pero bueno, ya te he dicho que en ningún sitio se nombra siquiera la palabra "demonio" o "diablo". Nahagorr, Rostro que Acecha en las Sombras, y punto.
-Bueno, eso de identificar siempre el mal con lo negro y lo oscuro nos acabará dando problemas, ya verás, pero de momento sólo tenemos que hacer un par de pequeños cambios, para curarnos en salud. El guión no lo tocas, pero cámbiame el aspecto del bicho. Superviviente de una olvidada raza, me has dicho. Vale. Le vas a dar más aspecto de dinosaurio, déjale los cuernos si quieres, pero que sean como más de dinosaurio, las alas sirven así, más escamas, y escamas de esas grandes de dragón en la espalda y la cola, por aquí y por aquí, que el torso no tenga tanta pinta de humano. Y para quedarnos tranquilos del todo, de nombre le pones Nahagorrsaurus, o algo por el estilo, ya me lo pulís vosotros un poco.
-Pues vaya trabajo tonto, y qué lástima de ilustración a todo color desperdiciada.
-Pues no te quejes, y da gracias a que todavía no ha salido un grupo de gente que adore a los dinosaurios, que entonces iría todo a la basura. Me pregunto dónde iremos a parar, si acabaremos publicando tebeos de flores que hablan, o de pentágonos y hexágonos. O nada de nada, quién sabe.
El editor se marchó, enfrascado en miedos y cálculos inexplicables; el dibujante se quedó solo, pensativo ante aquel magnífico dibujo que quedaría oculto para siempre al público, que nunca sería impreso. Su obra más lograda, en la que había logrado su máxima inspiración, Nahagorr, tendría que esperar; sus planes para que el Rostro que acecha en las Sombras fuera viendo la luz, poco a poco, con cualquier pretexto, como preludio de una presencia cada vez mayor, después de milenios de olvido, se habían visto momentáneamente obstaculizados por el miedo, por la ñoñería de la gente estúpida.
Él se lo había profetizado, le había dicho que tal vez fuera así, que la estupidez y la bajeza humana por un lado favorecerían Su Regreso, aunque eran al mismo tiempo una poderosa fuerza protectora. Pero sin duda hasta Su Sabiduría profunda e infernal se vería sorprendida cuando le contara los detalles exactos. Cogió la cera roja de un material especial que guardaba entre los útiles de trabajo más comunes, y se dispuso a dibujar, una vez más, el Signo sobre el suelo, a la espera de nuevas instrucciones.
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