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miércoles, 8 de diciembre de 2010

LAS “POLEÁS”



Esto eran dos hermanos que vivían solos y uno de ellos estaba tonto. El otro hermano se echó novia y, un día, la familia de la muchacha lo invitó a cenar para conocerlo, y le dijeron que se llevara también a su hermano, al tonto. El muchacho, por miedo a que lo dejase en ridículo, no dejaba de darle indicaciones de cómo debía comportarse en la mesa.


Le dijo que, cuando le pusiera un pie sobre el suyo, dejara de comer enseguida, para que el tonto no se pusiera a comer sin freno y lo avergonzase delante de aquella familia.
Llegaron a la cena y, nada más sentarse a la mesa, el gato se echó en el pie del tonto. Este creyó que era su hermano quien le indicaba ya que dejase de comer y soltó la cuchara de inmediato.
La cena era a base de poleás, que era algo que al tonto le encantaba.
La novia y sus padres y el mismo hermano le insistían que comiera, pero el tonto que no y que no.
Y por la noche se metió el tiempo en agua, así que los padres de la muchacha les dijeron a los dos hermanos que podían quedarse a dormir. Y ya, en la cama, el tonto le decía al hermano que por qué no le había dejado probar bocado. El hermano se mataba diciendo que no, que él no le había pisado y le dijo que fuera a la cocina y se comiera las poleás que habían sobrado.
Pues el tonto fue a oscuras a la cocina y se jartó de poleás.
Después, pensó llevarle unas poquitas a su hermano; pero, se confundió y se metió en la habitación de la agüela. Y la abuela estaba desarropada, con el culo al aire, bufando y peyéndose, harta como estaba de poleás. El tonto se acercó al culo de la abuela y le dijo, bajando la voz:
–¡Toma, hermano, unas poquitas de poleás!
Y como la abuela no dejaba de bufar y peerse, el tonto le dijo:
–¡No soples, coño, que están frías!
Y le metió el plato lleno de poleás por todo el culo a la abuela

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